Un retrato no es solo una fotografía. Es una conversación entre dos personas que, por un instante, comparten silencio. Es el momento en el que alguien se atreve a mostrarse y otro, detrás de la cámara, aprende a mirar sin interrumpir. Cuando hago retratos, no pienso en poses ni en técnicas. Pienso en cómo quiero que la persona se vea a sí misma. A veces se trata de reforzar una identidad profesional —un retrato sobrio, limpio, con la dosis justa de confianza y naturalidad.
Otras veces, el objetivo es explorar lo que hay detrás de esa fachada: emociones, gestos, una mirada que no fue pensada sino descubierta. El retrato corporativo y el retrato creativo son dos lenguajes distintos que usan la misma gramática: luz, composición, dirección, tiempo. Pero lo que los separa no es la técnica, sino la intención. El retrato profesional busca claridad, equilibrio, presencia. El retrato creativo busca atmósfera, emoción, vulnerabilidad.
Y cuando ambos se cruzan, ocurre la magia: la persona se convierte en historia, y la fotografía deja de ser representación para convertirse en verdad.
Retrato profesional: control, equilibrio y confianza
Un buen retrato corporativo no necesita exagerar. Su fuerza está en la claridad, la proporción y la confianza que proyecta. La persona debe parecer accesible, preparada, coherente con su papel profesional. Este tipo de retrato es ideal para perfiles de LinkedIn, páginas corporativas, artículos profesionales o proyectos donde la imagen habla antes que las palabras.
Técnica básica:
- • Busca una luz principal suave a unos 45° del rostro.
- • Mantén el fondo neutro —gris, beige o blanco roto—, sin distracciones.
- • Pide al modelo que respire y mire ligeramente más allá de la cámara; eso da naturalidad.
- • Usa una apertura media (f/4–f/5.6) para mantener el rostro nítido y el fondo suavemente desenfocado.
- • Cuida los detalles: ropa bien planchada, postura relajada, expresión amable pero segura.
- • Un retrato profesional no vende una imagen, comunica confianza.
Retrato creativo: emoción, textura y atmósfera
El retrato creativo nace de la libertad. Aquí el fotógrafo deja de representar y empieza a interpretar. El gesto puede ser imperfecto, la luz más teatral, el color más audaz. Lo importante no es “cómo se ve”, sino qué se siente. Este tipo de sesión está más cerca del cine que del retrato clásico: cuenta una historia, no solo muestra un rostro. El fotógrafo tiene a su disposición todas las herramientas para interpretar a la persona, la visión del artista como personal, tanto a profesional.
Como los claves de trabajo destacaría lo siguiente:
- Experimenta con una sola fuente de luz lateral o trasera, luego puedes añadir a todo lo que falta.
- Permite el movimiento: deja que el modelo se gire, respire, dude, emociona delante la cámara.
- Incluye el entorno: una pared, una sombra, un objeto puede contar parte de la historia.
- Si algo sale “mal”, aprovéchalo. A veces la imperfección es la firma del retrato.
- En el retrato creativo, el error deja de ser fallo y se convierte en estilo.
Trabajar en retrato me enseñó que la diferencia entre lo profesional y lo creativo no está en la técnica, sino en la intención. El primero busca orden; el segundo, emoción. El profesional mira hacia afuera —hacia cómo lo ven los demás—, el creativo hacia adentro —hacia lo que realmente es. Ambos requieren lo mismo: empatía, observación y capacidad para leer el lenguaje corporal. Una buena fotografía no se toma, se construye. Empieza por la luz, pero termina en la mirada.
Si estás pensando en tu próxima foto de perfil o en una sesión más artística, recuerda: no se trata de posar, sino de comunicar. Un retrato bien hecho no solo muestra, sino que deja una huella.
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